sábado, noviembre 11, 2006

Le estoy entregando al futuro mi infancia, mis llantos y todas las alegrías encerradas en esas cuatro paredes. Aquellos secretos me los llevo en una bolsa de papel con temor de que se desfonde, pero sus agarraderas parecen fuertes y soportan el peso de 16 años. Me llevo el espejo en donde vi las lágrimas correr por mi cara, en donde se reflejaron los miles de peinados que ensayaba para salir con el mismo, en donde vi mi adolescencia cuando planeaba este momento y repetía frases sueltas para convencerme de la decisión, me lo llevo para dibujar en él, una nueva figura, más fuerte, con nuevos planes y temores, nuevas alegrías y oportunidades. Dejo mi esencia pasada. Le entrego también la fragilidad que cargaba sobre la espalda, las frustraciones, los miedos, rencores de mi niñez, me voy limpia, renovada, desintoxicada de aquello que no me sirve más, y me siento libre de querer a quienes me llevaron del brazo, agradeciéndoles los infinitos cuidados que no me iban a dejar madurar pero que me hicieron pensar en la posibilidad de volar, y estoy en cielo, recordando desde arriba lo que soy para ponerlo en práctica.

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